Es
un tema intrínseco para el ser humano; cuando nos sentimos
desprotegidos o en situaciones de riesgo, la adrenalina pasa a ser el
único raciocinio dominante en esos momentos, y claro, la defensa
personal es una de las opciones más viables para dichas situaciones.
El ser humano suele estar muy
al tanto sobre cómo su entorno puede ser seguro para él, para ello
tiene mecanismos que velan por su propia seguridad; los del estado,
por ejemplo, son los policías y otros entes para salvaguardar la
integridad del ciudadano, pero, muchos
de nosotros solemos tener nuestras propios mecanismos de seguridad,
ya sea en el hogar; con cámaras de vigilancia, cercado eléctrico o
casas en circuitos residenciales cerrados, o alternativas más
personalizadas; técnicas de defensa personal e incluso armamento.
Todo esto responde a una condición innata del ser humano: el
miedo a que algo malo pase,
por eso, acudimos a medios para tener seguridad.
Existe un lado controversial
en la búsqueda de esta protección, y es que cuando el factor ‘malas
experiencias’ se encuentra presente en la historia, entonces
podemos estar acercándonos a una mala protección de nosotros
mismos, esto debido a que es ahora el trauma por algún robo o por
haber sido parte de un evento fuerte para nuestra mente, pasa a tomar
las decisiones. Siempre es importante analizar cómo trabaja nuestra
mente para la toma de decisiones, y no siempre pensar por muchas
horas significa que tendremos la respuesta correcta para lo que
acontezca.
¿Existe riesgo cuando las medidas preventivas son ‘exageradas’?
Desafortunadamente
sí. Cuando decidimos tener mecanismo de seguridad extremos, como
armamento o guardaespaldas, también despertamos el interés de
quienes se dedican a cometer delitos. Nada
incentiva más al humano a actuar que aquello que está prohibido,
puesto que causa curiosidad. ¿Qué intentamos decir con esto? para
resumirlo; cuando sabemos que nuestros bienes pueden correr peligro
en cualquier momento, tendemos a seguir pasos que pueden despertar el
interés de los maleantes para hurtarlos o incluso, atentar con
nuestras vidas.
El
uso excesivo de seguridad tiende a generarnos más intriga personal,
ya que nos hacen que creer que tenemos el control de cualquier
situación, por ello, es difícil volver a contar con el estatus que
pudimos haber tenido en el pasado. Todo debe ser al doble: doble
vigilancia, doble seguridad y muchos posibles malos escenarios: así
se miden los traumas, es por ello que las personas deciden tomar por
su mano sus propios hechos, y esto puede convertirse en una muy mala
elección: no somos
tan poderosos como creemos.
Quizá con lo que nos haya ocurrido, sintamos que es como un crédito
que debemos pagar,
así como una deuda pendiente con el destino.
Reaccionar
bajo presión, como en un robo, y contar con elementos para nuestra
seguridad, por tomar el ejemplo de un arma, puede ser la puerta hacia
una vida de arrepentimientos. Lo mejor siempre es tener nuestras
emociones controladas. Es preferible llorar por un accidente
totalmente inesperado que condenarse por un impulso de miedo que
resultó tener consecuencias peores.
Es
natural velar por nuestros intereses y los de nuestros allegados,
pero debemos saber medir entre lo que es correcto: medidas normales,
y lo que puede representar una amenaza en el futuro, como la fuerza
desmedida o el daño psicológico por querer todo bajo control.
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